A PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR (ERE)

Nos hacemos eco de este interesante artículo sobre la ERE en Chile. Sólo una aclaración: no conocemos la realidad de Chile, pero al menos en España no es verdad que «la sociedad en general no valora a sus docentes» (de Religión). Estudios sociológicos revelan que la sociedad (familias y alumnos) valora muy positivamente a los profesores de Religión («Protagonistas de la clase de Religión«). Otra cosa es el tratamiento que les dan los poderes públicos, los partidos políticos, los medios de comunicación o determinados grupos de poder.

Jorge Palma Nail 01 Oct 2014

Jorge Palma Nail, Docente del Instituto de Teología.

Estamos a un año de celebrar el cincuentenario de “Gravissimum educationis”, Declaración sobre la Educación Cristiana, que nos recuerda que «todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu… tienen derecho a la educación cristiana.» Es por esto la urgencia de cuestionarnos sobre la ERE.

La ERE es uno de los temas que poco importan en los debates actuales acerca de la educación, lo cual es preocupante. Más aún, el contexto nacional nos presenta una actitud, que nos permite afirmar que la clase de Religión no ha sido olvidada, sino que atacada indirecta o directamente, desde los grupos más activos en el debate. Por otra parte, los profesores de Religión, no hemos tenido el coraje para hacer respetar el espacio que nos merecemos, tanto en nuestros colegios como en la sociedad en general, que no valora a sus docentes.

Las búsquedas actuales en educación proponen otros modelos de “espiritualidad”, basados en un paradigma pluralista de las religiones o, peor aún, en un laicismo. Frente a esto nos preguntamos: la clase de Religión, ¿se enfocará (o se enfoca de hecho) a meras cuestiones valóricas? O, prescindiendo del hecho religioso, ¿deberá entenderse como una simple historia o fenomenología de las religiones? ¿Se podrá anunciar el kerigma cristiano en esta clase “a-religiosa” de religión? ¿Tendrán los colegios, por tanto, que contar con profesores de religión “neutrales”, es decir, sin confesión religiosa?

El magisterio de la Iglesia no da lugar a dudas, respecto a la orientación que debe seguir la ERE. El Directorio General para la Catequesis nos dice que es una “forma original del ministerio de la palabra” (n° 73), es decir, es un medio de evangelización-misión, que ciertamente debe distinguirse y complementarse con la catequesis, promoviendo el conocimiento y el encuentro con la experiencia de fe cristiana. A esto se suma, el interesante documento de la Conferencia Episcopal Española, denominado “Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe” (2013), que destaca que la ERE permite: comprender la civilización actual (n° 68); favorecer la unidad interior del alumno creyente (n° 69); enriquecer al alumno, brindándole motivos para vivir, valores morales a los que adherirse, caminos para orientar su comportamiento (n° 70); y posibilitar la respuesta a las grandes preguntas del ser humano, por medio de la referencia a Dios y su salvación (n° 76). De esta manera se constata que «lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa» (S.S. Benedicto XVI, Spe Salvi, n° 2).

Finalmente, para lograr que la ERE sea parte del debate actual es necesario un esfuerzo mancomunado de diversos actores: en primer lugar, de los académicos de las Universidades que forman a los futuros profesores, por medio de la publicación de artículos de investigación referidos al área; luego, de los Profesores de Religión, en ejercicio, siendo parte de los procesos de búsqueda y respuesta a la sociedad, en torno a una educación religiosa escolar “de calidad”, y, finalmente, de los mismos estudiantes de pregrado, quienes por medio de sus investigaciones y de la responsabilidad en su propia formación, pueden ser grandes aportes a esta realidad.

Jorge Palma Nail

Docente Instituto de Teología.

Fuente: Universidad Católica de la Santísima Concepción

 

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